#019 La copa se mira y se toca también
Después de comer banco la semana pasada, regresé a la dupla titular para transitar las instancias decisivas de la copa.
En el Episodio 18 veíamos las diferencias entre la inmediatez del torneo americano de Padel y lo comparaba con un torneo o copa larga con partidos a 3 sets. La semifinal que jugamos a principio de semana no hizo más que confirmarme lo que venía pensando.
Tuvimos un primer set en el que tropezamos constantemente, quebrábamos un saque y ellos nos quebraban dos. Nos turnábamos para jugar mal con mi compa y los rivales no tardaban dos puntos en percibirlo y jugarle al malo de ocasión.
De todos modos, lo pudimos pelear bastante y nos terminaron ganando en tie break.
Terminamos el primer set agotadísimos física y mentalmente porque no lográbamos salir.
Los rivales fueron a sentarse con una alegría peligrosa, de esas que te hacen confiar y descuidarte.
Nosotros nos fuimos un minuto al vestuario, necesitábamos alejarnos de esa realidad que no queríamos seguir enfrentando.
Hablamos un poco acerca del juego y las debilidades de la pareja que teníamos enfrente, nos alentamos mutuamente con la certeza de que podíamos ganar pero sólo si entrábamos a la cancha con una mentalidad y tranquilidad diferente a la que salimos. Veníamos jugando al ritmo de ellos y no funcionó, para ganar había que llevarlo al terreno propio.
Volvimos conectados. Entre nosotros y con el partido. Parecía que la magia del vestuario había echo de lo suyo y la paloma estaba pudiendo salir de la galera.
Obtuvimos un 6-3 que bañó a los rivales de agua helada, no podían entender qué había pasado. Más allá del resultado, todos los games (los que ganamos y los que perdimos) fueron muy cortos. El set habrá durado apenas 15 minutos, no hubo tiempo de reacción para quienes, hacía muy poco, se iban al descanso sonrientes.
Ese mismo baldazo helado, para nosotros fue una ducha caliente después de una tarde de sky en el Cerro Catedral. No queríamos tomarnos ni un minuto de descanso y deseábamos ir pronto al tercero para aprovechar el rotundo cambio de destino.
Así fue, tanto ellos como nosotros mantuvimos la misma energía y se repitió el resultado. Final del partido, 6-7 / 6-3 / 6-2, y a la final.
Apenas tres días después, tuvimos la última etapa.
Nos tocaba enfrentar a por primera vez a esa pareja. Teníamos un dato fundamental: se les volaba rápido la cabeza, si tenían alguna dificultad se iban definitivamente del partido.
Empezamos jugando muy mal el primer set (como es nuestra costumbre). En un abrir y cerrar de ojos perdíamos 2-5 y con el saque en sus manos. Por obra del azar y esas bolas que nunca entran hasta que entran, quebramos y ganamos el saque posterior. Cuando nos pusimos 4-5 ocurrió lo que esperábamos.
Los rivales no pudieron enfrentar el hecho de que se les pueda escapar algo que estaba servido y uno de ellos explotó gritándole a su compa y culpándolo de perder el game.
Ahí supimos que cambiaba la historia. Ese set logramos ganarlo 7-6 y sólo teníamos una duda, la de saber si el descanso les iba a ser suficiente para volver a la actitud inicial con las que nos habían estado paseando.
Rápidamente disipamos toda inquietud, en el descanso no hicieron más que discutir y el segundo lo perdieron 6-1. Y les aseguro que lo perdieron ellos, nosotros sólo pasamos la pelota.
Ganamos la copa, pero yo gané un poco más que paleta, bolso y ropa. Aprendí, gracias a esta pareja, que el principal rival siempre es uno mismo.
Entre parejas de una categoría similar, lo que te hace ganar o perder una final es la capacidad de convivir con los errores propios. La técnica, la capacidad física y la sintonía entre compañeros son claves para avanzar en la competencia. Pero lo que te permite ganar una final es vencerse a uno mismo.
En el Episodio 18 veíamos las diferencias entre la inmediatez del torneo americano de Padel y lo comparaba con un torneo o copa larga con partidos a 3 sets. La semifinal que jugamos a principio de semana no hizo más que confirmarme lo que venía pensando.
Tuvimos un primer set en el que tropezamos constantemente, quebrábamos un saque y ellos nos quebraban dos. Nos turnábamos para jugar mal con mi compa y los rivales no tardaban dos puntos en percibirlo y jugarle al malo de ocasión.
De todos modos, lo pudimos pelear bastante y nos terminaron ganando en tie break.
Terminamos el primer set agotadísimos física y mentalmente porque no lográbamos salir.
Los rivales fueron a sentarse con una alegría peligrosa, de esas que te hacen confiar y descuidarte.
Nosotros nos fuimos un minuto al vestuario, necesitábamos alejarnos de esa realidad que no queríamos seguir enfrentando.
Hablamos un poco acerca del juego y las debilidades de la pareja que teníamos enfrente, nos alentamos mutuamente con la certeza de que podíamos ganar pero sólo si entrábamos a la cancha con una mentalidad y tranquilidad diferente a la que salimos. Veníamos jugando al ritmo de ellos y no funcionó, para ganar había que llevarlo al terreno propio.
Volvimos conectados. Entre nosotros y con el partido. Parecía que la magia del vestuario había echo de lo suyo y la paloma estaba pudiendo salir de la galera.
Obtuvimos un 6-3 que bañó a los rivales de agua helada, no podían entender qué había pasado. Más allá del resultado, todos los games (los que ganamos y los que perdimos) fueron muy cortos. El set habrá durado apenas 15 minutos, no hubo tiempo de reacción para quienes, hacía muy poco, se iban al descanso sonrientes.
Ese mismo baldazo helado, para nosotros fue una ducha caliente después de una tarde de sky en el Cerro Catedral. No queríamos tomarnos ni un minuto de descanso y deseábamos ir pronto al tercero para aprovechar el rotundo cambio de destino.
Así fue, tanto ellos como nosotros mantuvimos la misma energía y se repitió el resultado. Final del partido, 6-7 / 6-3 / 6-2, y a la final.
Apenas tres días después, tuvimos la última etapa.
Nos tocaba enfrentar a por primera vez a esa pareja. Teníamos un dato fundamental: se les volaba rápido la cabeza, si tenían alguna dificultad se iban definitivamente del partido.
Empezamos jugando muy mal el primer set (como es nuestra costumbre). En un abrir y cerrar de ojos perdíamos 2-5 y con el saque en sus manos. Por obra del azar y esas bolas que nunca entran hasta que entran, quebramos y ganamos el saque posterior. Cuando nos pusimos 4-5 ocurrió lo que esperábamos.
Los rivales no pudieron enfrentar el hecho de que se les pueda escapar algo que estaba servido y uno de ellos explotó gritándole a su compa y culpándolo de perder el game.
Ahí supimos que cambiaba la historia. Ese set logramos ganarlo 7-6 y sólo teníamos una duda, la de saber si el descanso les iba a ser suficiente para volver a la actitud inicial con las que nos habían estado paseando.
Rápidamente disipamos toda inquietud, en el descanso no hicieron más que discutir y el segundo lo perdieron 6-1. Y les aseguro que lo perdieron ellos, nosotros sólo pasamos la pelota.
Ganamos la copa, pero yo gané un poco más que paleta, bolso y ropa. Aprendí, gracias a esta pareja, que el principal rival siempre es uno mismo.
Entre parejas de una categoría similar, lo que te hace ganar o perder una final es la capacidad de convivir con los errores propios. La técnica, la capacidad física y la sintonía entre compañeros son claves para avanzar en la competencia. Pero lo que te permite ganar una final es vencerse a uno mismo.
genio!!! me encataria jugar un torneo con vos..
ResponderBorrarJaja!! Gracias loco!! Mis compañeros no opinan igual... 😂😂
BorrarGracias por el comentario!