#004 Nuevamente a clases (de Padel)

Después de una semana intensa en la que jugué mi segundo primer torneo de Padel, y me enfrenté a la realidad de mis limitantes físicas y mentales a la hora de entrar en una cancha, caí en la cuenta de que la única manera de llegar a Jugar al Padel en 5ta sería tomando clases.
Uno puede aprender de los errores, tratar de detectar lo más objetivamente posible las posibilidades de mejorar, pero la compañía de alguien experimentado que me mire desde afuera y que tenga la capacidad de saber "educarme", ahorraría meses (o quizá décadas) de trabajo.
Ahora, ¿cómo elegir un buen profesional? ¿qué tiene que tener esa persona para que pueda ayudarme? ¿cuánto pagar por esto?
Las mismas preguntas que me hice hace algunos años para conseguir psicólogo me las hago ahora para el profesor de Padel.
Lo resolví de la misma manera que aquella vez, googleando!
Y entre todos los que me presentó google, de cierta categoría, elegí cómo hago siempre, el más barato.
La noche del miércoles me dormí a las 3 A.M. porque al otro día volvía al "colegio" y la ansiedad es la mejor amiga del insomnio.
Llegué al club, cual blanca palomita a su primer día de clase, y ahí estaba él, mi nuevo acompañante terapéutico, al que llamaremos Jack, y que con total franqueza, a tan sólo 2 minutos de vernos las caras por primera vez, no tuvo ningún reparo al momento de reirse de mi pala, acompañando a la risa con la frase "antes de entrar a la cancha ya le regalaste varios puntos a tu rival con esa pala". (Les dejo abajo una foto de mi fiel compañera, al menos hasta hoy)
No me gustó nada su observación, quienes se reconozcan padeleros saben que la paleta de Padel para uno es mucho más que un pedazo de goma, la relación íntima y carnal que une al jugador con su herramienta, la transforma en una parte mas de su cuerpo. Y a nadie le gusta que se le rían de un miembro, por más humilde y deficiente que este sea.
Intuyo que nuestra relación con la paleta es comparable a la relación que une a Messi con su botín, o a Rambo con su cuchillo.
Jack, sin tener ninguna confianza, se estaba burlando de mi paleta, y eso me caía mal.
Pero a su vez, había algo que me atraía: su crueldad escondía transparencia y un mensaje oculto de que "acá no venimos a joder ni a adularnos". Eso sí que me gustaba.
Bajamos un canasto peloteando de fondo, y fue suficiente. Me hizo dejar la pala que me había prestado (porque ni siquiera dejó entrar a mi compañera a la cancha) y responder: "¿Por qué viniste? ¿Qué buscás de estas clases? ¿Querés venir a pelotear para descargar tensiones laborales (claramente no sabe que no tengo un trabajo muy intenso) o querés mejorar tu juego de verdad y competir?".
No hizo falta mucho diálogo después de eso. Yo necesito un tipo como Jack, sin vueltas, que me frunza el ceño, que me enfrente a mis debilidades y me obligue a vencerlas, que no me tenga piedad (para recompensas ya tengo suficiente con los chocolates que como antes de irme a dormir a escondidas de mi familia).
En la primer clase, Jack me hizo ver mis tres principales falencias de juego: no tengo revés, no tengo variedad de golpes (el 90% de los golpes los hago con slice) y fundamentalmente no entendía (hasta hoy) al Padel como un deporte de estrategia.
Este último punto, parece menor, pero no lo es, dado que siempre lo entendí como un deporte físico y mi cuerpo 20 años después ya no responde de la misma manera (para no decir que directamente no responde). Creo que tengo la capacidad de aprender a pegarle de revés y de incorporar (con mucho trabajo y dedicación) nuevos golpes; pero mi principal desafío estará en lograr jugar con la cabeza este nuevo deporte con el que me encuentro dos décadas después.
Pala Vairo que me acompañó hasta hoy

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